10 de julio de 2018

Viajando hacia las Ciudades Fronteras

Desde el Mercado Ncolobong en Bata tomé un taxi con dirección Evinayong. Dos horas y cuatro controles de barreras y sólo en uno, nuevamente en la salida de Niefang, me requirió un policía el tan reiterado "danos algo para agua" pero me negué nuevamente. 
He aprendido que si tomo la anticipación en la interacción, los oficiales con pretensiones económicas desisten si voy yo directamente hacia ellos a saludarlos con energía. Parece que siendo denodado y realizando comentarios graciosos, al menos estos días acerca de la selección española de fútbol y su fracaso, o con una alegre y animada conversación, debilita los malos modos de algunos de ellos y me permiten pasar el control sin malas caras, sin amenazas y, lo mejor de todo, sin tener que darles nada para que se emborrachen a mi costa. Es sorprendente como les choca esta actitud, tan acostumbrados que están a que la gente se acerquen asustados para identificarse por temor a sus imprevistas reacciones.
Sin duda alguna éste es probablemente el punto más conflictivo de todo el país para el paso de los turistas por estar próximo al Parque Nacional del Monte Alén y de seguro que las agencias turísticas que desplazan a extranjeros por aquí han debido de pagar sobornos para agilizar el paso y evitar así el ser molestados con sus jodidas retenciones arbitrarias. 
Como ha sucedido en muchas ocasiones, los viajeros han de bajarse del vehículo y pasar delante del grupo policial. El guineano muestra su documento de identidad o dice su nombre y apellidos, el agente detecta su acento, y le permite continuar. Si no tiene o le falta algún documento identificativo se salda pagando una multa, "sin factura", que se apropian ellos, claro. 
En algunos casos, he tenido que dirigirme al superior y mostrarle mi documentación: la copia en color plastificado del Visado con el sello de entrada y la hoja principal del mismo. Tan sólo en tres ocasiones me han pedido el pasaporte original pero nunca el Permiso Turístico (!).
Concluido el control volvimos a tomar la carretera que atraviesa el Parque Nacional y llegamos finalmente a Evinayong, una pequeña ciudad, a los pies del monte Chime. Tiene muy poco que ofrecer turísticamente, aunque su estratégica posición entre montañas de hasta 1.200mts. la hace apreciable de visitar. En días claros dicen que las vistas desde aquí, a unos 630mts. de altitud, alcanza muchos kilómetros de distancia. Una lástima porque estos días no han dejado de seguirme las oscuras nubes, circunstancia habitual en esta época del año. La mayoría de sus vecinos son campesinos que cultivan entre sus montes una gran variedad de hortalizas y frutas como piñas, papayas o aguacates. Una gran base militar estratégicamente asentada sobre un monte domina toda la ciudad y los alrededores.
Los colonos españoles, considerando la importante situación y las buenas condiciones climáticas, quisieron hacer de Evinayong su capital continental pero finalmente se decidieron por Bata y su puerto marítimo.
Las viviendas son sencillas, generalmente de una sola planta, y muchas de ellas hechas de madera con techos de metal corrugado, aunque el cemento continúa ganando nuevos terrenos. Hay varios hoteles donde hospedarse y elegí el hotel Crisma (15.000cfa/cama doble, ventilador y baño con cubos de agua), casi todo de madera, muy vetusto, un clásico en su momento, pero ya desaliñado aunque se puede pasar la noche.
Lo primero que hice fue ponerme pantalón largo y dirigirme a la Comisaría de Policía para dejar constancia de mi presencia en el lugar. Un amable comisario me agradeció la visita con palabras que ya podían aprender algunos de esos policías ignorantes que me he ido encontrando, y me dio su consentimiento para pasear sin problema alguno por las calles de la ciudad, una vez dejado copias de mis documentos de viaje. Como no hay prácticamente nada destacado en esta ciudad, salvo charlar con sus vecinos al atardecer, he pensado continuar el viaje.
Desde aquí normalmente no hay transporte directo a Mongomo, mi siguiente destino en el continente. Hay que ir obligatoriamente a Niefang y cambiar allí de taxi, y como no estaba dispuesto a volver a re-encontrarme con sus aprensivos policías decidí contactar la tarde anterior con un taxista local para que me llevara por la mañana directamente por otra carretera evitando esa inquietante barrera.
A hora y media y cuatro controles de carretera se encuentra Mongomo, "la ciudad entre el bosque", centro de la cultura Fang y hogar familiar de los dos presidentes que ha tenido este país. A mitad de camino pasamos por Oyala (llamada también Djibloho) la futura capital del país, una macro ciudad moderna, ahora fantasmagórica, con nuevas construcciones, principalmente institucionales, pero sin población aún que la habite.
La autopista que une Mongomo con Bata y que servirá de enlace mercantil entre los productos que viajen del puerto de Bata a los países colindantes (Gabón y Camerún) o viceversa no está aún concluida. Más de 200kms. con amplios carriles para una conducción, hoy día, libre de vehículos porque apenas circulan unos pocos, y miles de cámaras situadas estratégicamente que observan el tráfico de vehículos y personas.
Desde Evinayong a Mongomo, en todas las autovías que circulamos, apenas nos cruzamos con cinco o seis vehículos. Nada más entrar en ella se aprecia cómo esta ciudad está siendo mucho más favorecida que el resto del importante desarrollo propuesto por el presidente  y sus consejeros por ser SU ciudad natal y beneficiando principalmente a sus cercanos colaboradores.
Aquí también hay varios hoteles no muy caros donde hospedarse y he optado por el hotel Plaza (15.000cfa./cama doble, climatizado, baño con cubos (en ocasiones agua corriente) y Tv.), dirigido por una familia camerunesa. Un hotel con aires muy africano. Y muy cutre. En frente, la única vista de interés: la Plaza del Reloj, y al lado el viejo Palacio de Justicia (que emula a un abaá) ya sin uso, centro neurálgico de la ciudad en tiempos pretéritos. Detrás, la estación de guaguas y taxis a diferentes puntos del país. Bata: 3 horas, Ebebiyin: 1 hora.
A unos pocos kilómetros se encuentra la frontera con Gabón.
Una visita que no se debe dejar pasar es a la Basílica de la Inmaculada Concepción, Patrona de Guinea Ecuatorial, una faraónica edificación, la segunda más grande de África tras la Basílica de Nuestra Señora de la Paz deYamoussoukro en Costa de Marfil, ambas muy parecidas a la Basílica de San Pedro del Vaticano. Tiene capacidad para albergar hasta 1.000 fieles. En su lujoso interior además de sus cromáticas cristaleras, se encuentran pinturas, diversas imágenes típicas religiosas y una réplica de la Esperanza Macarena traída desde Sevilla.
A pocos metros se encuentra el Palacio Presidencial abarcando una gran cantidad de terreno ajardinado con un campo de golf. Al lado, la comisaría de policía donde entregué a su comisario las copias de mi documentación de viaje, que sin saber que hacer con ella la introdujo en un cajón.
El Mercado de Mongomo, en la parte vieja de la ciudad, es una zona comercial muy vibrante todas las mañanas con puestos de verduras, hortalizas, carne, pescado ahumado, telas africanas y ropa. La explanada trasera, llena de chiringuitos de madera toma vida los sábados cuando se llena de gente y de puestos itinerantes en su mercadillo semanal. Estos días unos pocos ventorrillos exponen ropa africana, pelucas, trenzas y también hacen  manicura y pedicura. Las cervezas baratas alegran el ambiente a los que se sientan en las mesas de los bares aunque no haya apenas movimiento comercial.
La ciudad que se extiende muy rápidamente por todo lo largo y ancho ha perdido ese encanto de localidad fronteriza que tenía hace años por una más moderna con cantidad de edificios en construcción y poca gente por las calles: "¡no hay gente pa' tantas calles!".
Calles amplias y bastante limpias, eso sí. Los comerciantes son de muy variados orígenes como senegaleses, libaneses, camerunenses, chinos.... Aquí se vende prácticamente de todo importado desde los dos países cercanos.
Cuanto más me he adentrado al interior del país mas musulmanes he podido ver por las calles. Y mezquitas también.
Bueno, finalmente he logrado llegar hasta la más africana ciudad ecuato-guineana: Ebebiyin, a una hora en taxi compartido desde Mongomo, cuatro controles policiales de carretera y a unas tres horas de Bata. La autovía que converge con la autopista está aún sin terminar, lo que la haría más rápida aún de alcanzar desde cualquier punto, incluso desde el norte del país.
Me he quedado en el hotel Inmaculada (30.000cfa., tras regatear el precio inicial de 40.000cfa./cama doble, climatizado, baño con bañera-ducha, Tv). Hay varios hoteles mucho más económico cerca y en medio de la movida de bares y terrazas con música desde que cae la tarde.
Al entrar en la comisaría de esta ciudad me recibieron varios policías con caras muy serias y desafiantes miradas, a pesar de que el comisario se alegrara de mi visita, lo que motivó una agradable y cordial conversación. Al retirarme y agradecer a todos su atención continuaban con serio y desafiante semblante. ¡Hay que joderse!.
Tras dejar mi documentación en comisaría, junto a la estación de guaguas y minibuses de la Cia. Kassav que se dirigen a Bata, salí a pasear por esta amplia ciudad, la tercera más grande del país. Se encuentra justo en el vértice de las dos fronteras que rodean a G.E.: Camerún al Norte y Gabón al Este y Sur, ambas delimitadas por el río Kyé.
Es bastante limpia, de calles amplias con muchos edificios nuevos y otros a medio construir. Es aquí donde me he encontrado con más quejas de sus habitantes porque hace años que no hay apenas actividad laboral. La gente, al haber trabajado en Camerún o Gabón, tienen donde compararse y prefieren cruzar la frontera en busca de una vida mejor. Lo paradógico es que los de los otros países emigran a G.E. buscando igualmente esas mismas posibilidades (!).
También se ven más coches, y de buena calidad, circulando por las calles porque en esta parte del país se hace muy buenos negocios con los productos exportados.
Sorprendente es igualmente su gran Estadio de deportes, a la entrada de la ciudad, que resalta entre tanto terreno verde que poco a poco lo va engullendo el cemento. Otra mega-construcción con vista al futuro pero que ahora es demasiado grande para la población que aquí vive.
Visitar el Mercado Central es pasearse por el comercio más africano del país, polvoriento, sucio, descuidado, con gente de muy diferentes etnias y productos locales común de esta parte del continente: cebollas, pimientos, aguacates, tomates, berenjenas, zanahorias, piñas, tubérculos, pescados y carnes ahumadas, o de animales recién cazado, conservas, higiene, puestos de telas y trajes africanos, artilugios chinos para casa...
Los bares de calle, jamás había visto tantos juntos -aunque muchos de ellos vacíos-, con músicas a todo meter, cobran vida principalmente al atardecer.
La vuelta a Bata en mini-bus la hicimos en 3h. y 8 controles policiales de carreteras!. Llamativo resultó el encontrarnos dos controles con una separación de menos de dos kilómetros ya entrando en Bata! Y los pasajeros muy mosqueados de tantas paradas!. Y eso que ya están acostumbrados a que suceda constantemente.
Pues esto es lo que ha dado algo más de dos semanas por el continente. Tenía claro que no me iba a encontrar muchas sorpresas turísticas porque, aún habiéndolas, el gobierno no las promociona y es difícil acercarse con transporte local porque ni los taxistas las conocen, aún estando detrás de sus casas. Sin duda alguna, circular por estas carreteras es una ruleta en la que podía tocar el policía borracho que arruine el viaje. Que los hay, y mucho!. 
Es muy difícil que este país pueda abrirse al turismo en el 2022 porque lo que está ofreciendo hasta el momento es una mala imagen al exterior que sólo es percibida por los pocos que nos atrevemos a recorrerlo independientemente o en grupos turísticos con las agencias de viajes locales y sobre todo cuando el gobierno se obceca en imponer al turista cómo lo tiene que visitar.
En fin, ya me encuentro nuevamente en MalaboVolar con la Cía. aérea Ceiba es arriesgarse a salir a cualquier hora. Los retrasos son frecuentes en casi todos su vuelos y muchos prefieren viajar con la Cía. aérea Cronos, un poco más cara pero bastante puntual.
En esta ocasión llegamos sólo con una hora de retraso, a las 11 de la noche, y aunque preferí llamar a un taxista conocido para que me fuera a recoger al aeropuerto es posible encontrar a esas horas de la noche transporte hacia la ciudad. Aunque quizás sea un poco arriesgado para un turista que no sepa distinguirlos porque muchos de ellos no están indicados como tal y es posible, según me han comentado, que alguno aproveche el desconocimiento para realizar algún acto delictivo.