21 de junio de 2018

Bioko Sur, no es temporada de Montes

La parada de minibuses que se dirigen a Luba se encuentra muy cerca del Mercado Central, en barrio Los Angeles. Tan solo hay que pagar el asiento (2.000cfa.) y esperar que se llene (máx. 15pax.). Apenas pasaron 20min. y en seguida nos pusimos rumbo Sur. La carretera está en muy buen estado, bien delimitada y con poco tráfico. Eso si, los conductores manejan muy a "su bola" sus vehículos con tremenda pachorra pero si encuentran a otro con sus mismas características lo claxonan frenéticamente!.
Malabo está rodeada por fincas y bosques pero si se observa la ciudad desde unos kilómetros de distancia parece que la selva invade sus calles rodeando muchas casas. El bosque comienza a los pocos kilómetros de salir, la carretera atraviesa pequeños asentamientos y se adentra algo al interior. El verde es entonces imperante.
A un lado de la carretera algunos vecinos exponen sobre bidones, mesas o tenderetes de madera y nipa productos de la huerta local como bananas, tubérculos, piñas, enormes papayas, algo de verdura, unos pocos pescados ahumados, animales del bosque (o de caza) recién capturado... que en todo caso son mucho más económicos que en la ciudad. Los animales del bosque cuelgan en hilera atados normalmente por alguna de las patas y si se desea, por unos francos más, son trasquilados con sopletes en otro lugar cercano, sobre una mesa o en el suelo. Una vez eliminados los pelos, o las púas, se lo entregan al cliente.
Continuando la carretera pasamos por las intersecciones que van a las playas del Seis -llamada así por el punto kilométrico donde se encuentra-, del Quince y de Arena Blanca, la más visitada los fines de semanas tanto por locales como expatriados. En menos de una hora habíamos llegado a río Tiburones donde la carretera se encuentra con el mar. Después de tanto verde alegra ver el inmenso azul y sentir a través de la ventanilla del minibus la refrescante brisa marina. A partir de aquí los 7kms. que queda discurre en una larga recta de palmeras y suelo verde paralela a la interminable playa de arena negra de bahía Boloko, apenas usada por los habitantes, ni siquiera como lugar de esparcimiento. En medio, un monolito conmemora el día que Fernando Felipe de los Santos Toro (Conde de Argelejos) llegó con unas fragatas españolas para tomar posesión de la isla el 24 de octubre de 1778 tras ser cedida por los portugueses mediante el Tratado del Pardo a cambio de varios territorios de América que se encontraban en litigio entre ambas potencias colonialistas.
En seguida se alcanza una barrera del control policial. El agente observó a los pasajeros del interior y por primera vez tengo que identificarme. Para conservar en condiciones mi pasaporte he fotocopiado en color y plastificado las hojas principales para evitar la continua manipulación del mismo en todos los controles que deberé pasar en este país. El proceso fue rápido, no fue necesario que le mostrara el Permiso Turístico, y continuamos la carretera que circula paralela a la línea de palmeras frente al mar. A la izquierda otra se adentra hacia el interior de los montes dirección a Moca tras pasar una estación de peaje.
Luego descendimos por una de las calles al centro urbano de Luba con unas llamativas vistas sobre la bahía, su pequeño muelle donde se encuentran atracados unos pocos barcos y algo más allá el nuevo y más grande puerto comercial pero hoy día con muy poco movimiento por falta de actividad.
Antiguo puerto pesquero, más tarde maderero y ahora libre de impuestos comercial y recarga de gases, es una pequeña ciudad llena de inmuebles de arquitectura colonial con viejos edificios color crema y ventanales marrón, muchos de ellos en estado casi decadente por el paso del tiempo y la poca atención. El calor del medio día es agobiante, apenas hay gente por las calles, por lo que me pareció de primera impresión un pueblo con escasa vida pero es al atardecer cuando más movimiento de gente se ve paseando.
Me he quedado en el hotel Náutico (25.000cfa.) cama doble, climatizado, baño, Tv y wifi. Es limpio y su situación frente al muelle, inmejorable. Tiene un amplio restaurante con vistas sobre el mar.
Pasear por sus calles es detenerse a cada momento a curiosear las fachadas de los edificios antiguos. Muchos de ellos pertenecen a la administración local.
Algunas tiendas y un pequeño Mercado Central poco abastecido de productos locales, de higiene y ropa usada surten a los vecinos. Los sábados se monta en los aledaños un mercadillo de puestos callejeros con ropa de segunda mano más variado.
Es curioso cómo han canalizado el agua de uno de los ríos, que surge en medio de la ciudad bajo un montículo, serpenteando por sus calles hasta acabar en el mar. Hay zonas diferenciadas que se respeta escrupulosamente para tomar el agua, bañarse o lavar la ropa.
Para lo pequeña que es dispone de muchos bares y restaurantes con precios económicos. Y es que el alcohol en G.E. es muy barato y los guineanos pasan muchas horas historiando  (charlando) en los bares bebiendo vino barato de mesa, cervezas o bebidas energéticas. El café no es tan común de tomar, por lo tanto no es fácil de encontrar.
La primera visita la quise realizar al Colegio Claret que se encuentra en la subida del barrio de Las Palmas, cerca de la carretera principal. Amigos claretianos canarios me recomendaron visitar un edificio emblemático en esta ciudad, el Colegio Clarét de Luba, una construcción colonial muy original de dos plantas, siendo la segunda donde acostumbran estar los religiosos en una enorme sala con amplios ventanales y donde el aire fresco circula por su interior evitando los calores que se siente en otras partes del recinto. Las vistas sobre la bahía y la ciudad es insuperable. Además tiene la mejor biblioteca antigua de todo África, con cantidad de libros, documentos y fotografías desde los primeros días de los claretianos en Guinea Ecuatorial hasta la actualidad. No pude acceder al interior de la iglesia porque se encuentra en obras de restauración.
Allí conocí al Padre Carlos, un sacerdote súper-amable que lleva algo más de 22 años viviendo aquí y que junto con sus compañeros religiosos claretianos llevan realizando desde la época colonial una incansable labor pastoral por los pueblos de los alrededores. Es muy querido por los habitantes de esta zona del país y en todo momento se preocupó por mi, mostrándome desinteresadamente tanto la ciudad como los alrededores en el vehículo parroquial. Sin duda alguna he tenido mucha suerte al conocerlo y agradecido estoy por sus atenciones.
Al anochecer fuimos a Batete, un poblado situado en la parte alta del macizo Sur, para visitar la iglesia de San Antonio Maria del Claret, una de las iglesias cristianas más antiguas del país (1887) que se encuentra entre los raros edificios religiosos del mundo, construida íntegramente de madera y vidrieras que domina toda esta región, con un diseño de estilo gótico que se atribuye al sacerdote claretiano Luis Sagarra. Una obra de arte que ha podido mantenerse en pie gracias a que está siendo rehabilitada en la actualidad. Fue declarada Patrimonio de la Unesco y de la humanidad
En esta Casa-Misión vivieron los misioneros que marcaron la influencia religiosa del poblado, antes llamado María Cristina por los españoles. El Santo Patrón del pueblo es San Antonio María Claret, patrono de los claretianos, de hecho su actual nombre es Claret de BateteLástima que al llegar cayera la noche y no pudiera apreciar todo el entorno en condiciones de luz. 
Al concluir la visita nos tomamos unas cervezas en uno de los bares de madera del pueblo y estuvimos charlando acerca de las costumbres de las comunidades guineanas que habitan en esta isla. Buena nota tomé para mis próximos planes.
Aprovechando que Carlos conoce algunos cazadores de Belebú, uno de los pueblos con fácil acceso a la Caldera de Luba, le comenté si podía localizar a alguien que me guiase hasta la cima pero finalmente no voy a poder caminar por el bosque porque le han dicho que estos días es bastante difícil adentrarse debido a la espesa acumulación de nubes que quedan retenidas en la cima y que el sendero está ahora muy obstruido por la vegetación. Así pues, nadie quiso guiarme hasta la caldera por lo complicado que se encuentra para andar en esta época del año. 
Apenas ha llovido en muy contadas ocasiones desde que he llegado a la isla. Sin embargo, estos meses de junio, julio y agosto es cuando más precipitaciones se producen. En este caso estoy teniendo bastante suerte ya que la mayoría de los días ha habido bastantes horas de sol, sin embargo las nubes en contadas ocasiones han provocado lluvias cortas que no me imposibilitado caminar por las calles, aunque estoy sufriendo bastante el calor ecuatorial.
Al día siguiente me condujo a playa Arena Blanca, a varios kilómetros de Luba, para que pasara varias horas disfrutando del entorno. No me resultó complicado hablar con los pescadores locales (annoboneses) sentado en frente a sus viviendas de madera y bañándome es su playa. Por ser día entre semana no había nadie más. 
Todas las mañanas estos pescadores salen con sus cayucos y se adentran lentamente en el mar a golpe de remo, muchos de ellos se quedan alrededor del islote de Los Loros, que se encuentra a unos centenares de metros, en busca de pesca para vender en los mercados locales y los fines de semana a los visitantes que se acercan hasta aquí por lo que en la orilla, bajo algunas palmeras y árboles, han instalado diversos puestos de madera y tenderetes donde colocan sillas y mesas para pasar el día bajo la sombra y degustar los productos que venden, sobre todo buen pescado y bebidas alcohólicas.
Otro día visitamos el poblado Belebú, circulando por un antiguo camino de bandas de rodadura de cemento utilizado por los camiones de carga de los colonos que atravesaba en su momento las enormes fincas de cacao y que ahora se encuentran abandonadas. Desde esta parte de la isla hasta prácticamente Malabo, todo eran enormes campos de cultivo de cacao. Para tanto trabajo de recolecta se traían braceros desde Nigeria, Sierra Leona o Camerún, entre otros territorios. Este camino sale también a la nueva carretera que llega a Moka. Es llamativo los enormes helechos arborescentes que aparecen junto a las ceibas, plataneras y cacaoteros salvajes.
Belebú es un pequeño poblado de vetustas casas de madera y techo corrugado dominada por una iglesia. Durante el día apenas hay gente hasta que regresan al atardecer de trabajar en las fincas o de sus huertos. En ocasiones los niños también colaboran en pequeños trabajos. Desde aquí, al igual que del poblado Ruichépor varios senderos se puede llegar a la  caldera de Luba (2.260mts./6-8h.) .
El lago Moka (o lago Biao) es un antiguo cráter que servía de santuario y de retiro a el Mote, un gran sacerdote bubi. 
También visitamos Drumen, un pequeño asentamiento disperso entre el bosque que se levantó para albergar a los trabajadores que servían en la finca Bokoko de un importante colono español, al que se llega por la antigua carretera paralela al mar. 
Los españoles por norma general levantaban casas y mansiones adyacentes a las haciendas y a los secaderos de cacao y café, alterando el paisaje de estos lugares aunque, al final, acabarían por ser parte de él. Un ejemplo claro es la mansión que aún continúa en pie junto a una pequeña iglesia, el secadero de cacao y varias viviendas donde aún residen algunas familias.
El bambú y el cañaveral son abundantes, especialmente en el bosque, y en ocasiones forman especies de "túneles arbóreos" que invade los caminos que atraviesan los vehículos.
Comer en los restaurantes de Luba es bastante económico pues con 3.000cfa. se puede disfrutar de deliciosos platos de receta tradicional como pescado en salsa de okro, de  cacahuete, de banga, de tomate... con yuca hervida o banana, pescado a la brasa, o carnes de caza. O por 1.500cfa. platos más sencillos que se come normalmente en Africa como espaguetis, carne o pescado en salsa con arrozyuca banana.
Entre los platos de los menús diarios destacan la dorada, el colorado, la picuda en cuanto a pescados; el Grombif (o rata de campo), el Chucuchucu (o puercoespín), el antílope, entre las carnes del bosque; o la gallina y la carne de cebú de granja.
He pasado varios días disfrutando de la tranquilidad con la que se vive en Luba que, aunque nada tiene interesante, me ha servido para conocer a mucha gente e ir entendiendo las costumbres de sus diferentes comunidades.
Antes de llegar a este país he tenido muy claro, por lo que he leído o me han contado otros viajeros, que no se debe hablar absolutamente nada de política, aunque los guineanos hagan sus propios juicios acerca de la política de otros países, como la española. Que por cierto, están más al día que muchos españoles.
Por otro lado, ha sido una agradable sorpresa el ser invitado, gracias al Padre Carlos, a ver el primer partido del mundial de "la roja" en casa del Delegado del Gobierno, que vive en esta ciudad, y que una vez comenzado el partido y viendo el mal desarrollo del mismo, no dejaba de preguntar muy enojado... ¿dónde está Iker Casillas?, pero... ¿por qué no ha sido convocado Casillas?
Muchos guineanos son muy españolistas, hablan a menudo de "la Madre Patria" y viven muy apasionadamente el fútbol que se juega en España. Así que ha sido una muy buena ocasión para tener de referencia también a alguien conocido bastante importante en este país. Por si acaso!
Mi siguiente paso era llegar hasta Moka, en el interior de la isla, e intentar hacer algunas visitas a sus bellezas naturales únicas, aunque desde la costa se podía observar la gran condensación de nubes en la cima de sus montes. Mal presagio. Pero tenía que intentarlo, aun sabiendo que no es ésta la época adecuada.
El domingo amaneció en Luba bastante nublado y poco se podía hacer, al menos, en plan playero. Aprovechando que algunos taxistas me habían comentado que todos los días de la semana hay transporte a Moka me dirigí a casa del propietario del minibus que hace ese trayecto pero dormía porque según su vecino los domingos no trabaja!. Vaya hombre, aquí también los paisanos por no dar respuestas negativas y sin estar seguros lo afirman todo. Ya conozco bastante bien estas maneras muy usual en ÁfricaPor lo tanto, confirmado: sólo hay transporte de lunes a sábado. 
De vuelta al hotel pensando que pasaría un día poco emocionante, el Padre Carlos me envió un mensaje al teléfono diciendo que su compañero, el Padre Alipio, se dirigía a Moca a dar la misa de las 10 y podría llevarme. Perfecto. Ya tenía transporte.
La carretera se encuentra en muy buen estado y en los arcenes frente a pequeños asentamientos hay instalados puestos de madera donde se puede comprar productos de las fincas de sus vecinos como lechugas, repollos, aguacatestomatescebollaspapasmalangapapayaspiñas.... Incluso algún que otro animal de bosque.
En 40 minutos llegamos a Moka, tras una conducción lenta debido a la cantidad de niebla que invadía todo el entorno, de tal manera que en ocasiones a penas podíamos ver las líneas de la carretera. 
Nos encontrábamos a unos 1.200mts. de altura, la temperatura había descendido a los  17°C y como estaba lloviendo, aproveché para refugiarme en la iglesia y ya de paso asistir a la misa del Padre AlipioLuego, cuando dejó de llover, me dirigí al único hotel del pueblo, el hotel Moka (40.000cfa./cama doble, baño, Tv, climatización  y desayuno incluido), que se encuentra a unos 2kms. alejado del centro urbano, entre nuevas edificaciones comerciales y administrativas construidas por empresas chinas. Dispone de unas espectaculares instalaciones con piscina bajo techo, salas de gym, masaje, peluquería.... El hall es muy bonito y amplio. Pero, paradójicamente, cometieron el error de instalar en todo el inmueble, habitaciones incluidas, aparatos de aire acondicionado con temperatura máxima de 19°C., sin pensar que en época de frío como la que nos encontramos no es lo adecuado. Dicen los vecinos que la mujer del presidente lo mandó construir. Pero tranqui, todo esto lo paga el pueblo. Como el Palacio Presidencial, al otro lado del pueblo, utilizado en contadas ocasiones también por algún alto cargo del gobierno.
Cuando llegué para alojarme se encontraba el primer ministro almorzando y luego descansando en una de las habitaciones especiales para ellos, con un amplio e intimidante despliegue policial y militar por las instalaciones hotelera. Un poco antes había coincidido con él en la iglesia y en el exterior la cantidad de agente de seguridad era bastante fastuoso. 
Que extraño, con tantos escoltas, de qué tendrá miedo, de qué se estará escondiendo en un lugar tan alejado... me preguntaba.
En Moka hace fresquito y ha llovido todos los días, lo que ha hecho imposible encontrar alguien del pueblo que me quisiera guiar por los senderos que conducen tanto a una de las cascadas más conocida de la isla, cascada Ilyadli, como al lago Biao que también tenía programado realizar. Al igual que me dijeron en Belebú, los caminos están estos días muy embarrado, inundado por las nubes y la temperatura en toda esa zona es muy baja para ellos.
Todos los senderos que conducen a distintos puntos del centro de esta isla son prácticamente conocidos por los cazadores locales, es muy fácil perderse, y desaconsejado hacerlo por uno mismo. Hay que tener en cuenta que los caminos entre los bosques ecuatoriales cambian muy a menudo si no son continuamente usados. La espesura lo invade todo, incluso los más pisados. Y si hay nubes tan espesas como estos días es prácticamente difícil ver, como dicen los vecinos, hasta la palma de la mano.
Así que me he dedicado a pasar varios días disfrutando del fresquito, de los olores a pueblo montañés y a historiar con sus habitantes mayoritariamente agricultores.
Moka fue el lugar de descanso de los españoles en la época colonial, por ser zona montañosa, de enormes praderas, con un clima templado que agrada mucho y que permite cultivar verduras y hortalizas, y llevar a cabo la cría de ganadería.
Es también centro de la cultura y espiritualidad bubi. Sus viviendas, mayoritariamente de madera y techo de chapa corrugada aún mantiene el encanto de antaño. Las viviendas asentadas en las faldas de los montes son aún más rústicas y su gente más campechana y amable. Casi todas tienen su pequeña huertas de berenjenas (que aquí son casi redondas y de color verde), pimientos, lechugas, coles, tomates, calabazas, malangas, papas...
Las nuevas viviendas de cemento crecen como setas transformando la imagen bucólica que siempre ha tenido este poblado, siendo utilizadas muchas de ellas los fines de semana por gente que viven en Malabo.
El valle de Moca es una gozada. Es de un verde intenso y extenso, con enormes árboles y espesa vegetación. Lamentablemente hay que penetrar bien en los bosques si se quiere ver vida animal pues los Fang, la etnia mayoritaria de isla Bioko (los originarios han sido los Bubis), principalmente traídos por el aquel entonces presidente  Francisco Macías Nguema -tío del actual-, a trabajar en la isla y para conseguir disipar los votos contrarios a él y el afán independentistas de los bubishan sido los culpables de hacer desaparecer toda vida animal cercana a los núcleos habitados ya que son los principales cazadores y esquilmadores de todos ellos. Me contaban varios paisanos que a los fang les encanta comer todo tipo de animal del bosque y también hacer negocio con las presas capturadas, algo impensable en la cultura bubi hace bastantes decenas de años que sólo cazaban para comer en familia o, si era una gran pieza, con todo el poblado.
Estando en uno de los pequeños bares un tipo en ropa deportiva que se encontraba bebiendo cervezas con otros vecinos se me acercó, se presentó como el comisario de Moca y me preguntó si había registrado y documentado mi llegada en el ayuntamiento. Como desconocía ese trámite tuve que ir con él a su oficina, frente al ayuntamiento a entregar copia de mis credenciales. Una vez registrado mi paso por este pueblo, tenía total libertad de movimiento, pero si quería entrar en el bosque debía comunicárselo y pagarle 15.000cfa como tasa de visita.
De vuela a Malabo días antes de lo previsto al no conseguir mi objetivo de caminar los montes del sur de Bioko, he aprovechado para comprar un billete en la oficina de la Cía. Semaport propietaria del ferry San Valentín que navega a Bata todos los viernes (30.000cfa.) y la vuelta a Malabo en avión con la Cía. Aérea Ceiba (37.000cfa.). 
Así pues, mi próximo objetivo será cruzar por mar y continuar el viaje por el continente (Río Muni) para visitar algunos de los lugares más interesantes de esta parte del país.